lunes, 12 de diciembre de 2011

La casa Valdemar

El día era gris y blanco.
Humedad en el cielo y en el suelo. Humedad en el aire y en los pulmones.
Aparcó frente a la casa abandonada. Bajó del coche.
La casa abandonada en realidad, no estaba abandonada. Aún daba cobijo a cierto movimiento;
corazones que latían, ojos que miraban, manos que tocaban.
Pero no había vida en ese movimiento.
Era mecánica fría, una actividad programada en los años. Sin alma ni intención.
Sin emoción ni sueño.

La verdad sobre la casa Valdemar, descomponiéndose en vida. Árboles pudriéndose, hierro oxidándose, pintura deshaciéndose, sin futuro posible, sin presente posible.
A su pesar, la casa abandonada, protegía unos cuerpos que querían mejorar, pero no sabían cómo.

Y ahora ella estaba allí. Y esa casa tenía que ser un hogar por un tiempo.
Tenía que ser un hogar pero no sabía cómo.
Humedad fuera y humedad dentro.
Humedad muy dentro.

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