viernes, 2 de diciembre de 2011

ritmo

Y de repente un día mis pies se tropezaron con los suyos.
Parecía sonar una música.
Parecía que había más luz, como si alguien hubiera abierto una ventana.
Parecía que hubiéramos mezclado antidepresivos con vino blanco.
Y al son de esa música, nos enredamos en una danza absurda, sin ritmo.
Nadie lo entendía, nos miraban y se reían, y sus risas nos distraían, nos hacían trastabillar, nos hacían perder más el ritmo, y cada vez la danza era más absurda, más ridícula, más incómoda.
A pesar de todos, a pesar de todo nos quedamos, sin ritmo, enredados.

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