sábado, 1 de febrero de 2014

Rumbo al norte

El traqueteo la despertó. Estaba amaneciendo, sintió frío.
Se incorporó despacio, le dolía la espalda. Ese incómodo colchón de hierro se había convertido en su cama, su casa, su mesa. Su vida y su muerte, su todo.
Miró alrededor. Sandrita aún dormía. Juan no estaba lejos, ya despierto, bien agarrado para no caerse.
Le sonrió. - ¡Buenos días señorita! ¡Feliz Navidad!
Y feliz cumpleaños, pensó Fernanda. Hoy también es mi cumpleaños… pero no dijo nada.
¿Para qué? Se preguntó. En este viaje no existen cumpleaños ni navidades. Aquí todos los días son iguales. Sucios, fríos, peligrosos, eternos.
Recordó a sus tres hijos, tan chiquitos. - Hoy seguro que lloran. Y mi mamá también.
No entendieron que se marchaba para encontrar un lugar mejor. Para darles una vida mejor.
Un par de lágrimas atravesaron el polvo que cubría sus mejillas.
Se recostó de nuevo sobre “La Bestia”. Aún era temprano, quizás podría dormir otro poco.
Quizás hoy el tren pararía en algún lugar. Quizás hoy podría comer algo caliente.

Ya queda un día menos para llegar a “los Estados”. Allí sí tendremos navidad, pensó mientras cerraba los ojos. Y también una tarta de cumpleaños. Entonces estaremos todos juntos...

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